Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

Caminar para no convertirse en sal

Alejarnos emotivamente de todo aquello que un día nos dio todos sus frutos en el pasado, es permitirnos crecer y dejar de sufrir.
La manera en la que  nos hemos venido relacionando hasta el momento con todas nuestras situaciones, configura nuestra identidad, nuestros hábitos, nuestras  pautas, emociones y por supuesto, dirige nuestras acciones.
Pero para seguir siendo como creemos, necesitamos  aferrarnos a todo aquello que nos refuerce en esa creencia. A veces necesitamos asirnos a la sensación de poder controlar, otras buscamos aprobación o seguridad. Lo cierto es que todo aquello que nos vincula con esas búsquedas es causa  de sufrimiento.
Nos aferramos a nuestro ya clásico  y aplastante “mas vale malo conocido que bueno por conocer”. Nos asusta perder el trabajo, cambiar nuestro lugar de residencia, ver crecer a nuestros hijos, o renunciar a una relación que ya nada nos  puede ofrecer,  aun cuando eso derive en infelicidad para todos los implicados.
Al fin y al cabo es un “descontento  conocido”, frente a una  nueva posibilidad en la que el temor nos nubla y ofrece visiones distorsionadas.
Nos  identificamos con aquello que hacemos y tememos que si dejamos de hacerlo, dejaremos de ser.
Pero para avanzar en el camino, debemos soltar aquellas relaciones, sentimientos,  hechos, situaciones o cosas que han dejado de nutrirnos. Dejar partir.
En ocasiones esa despedida es la de un ser querido para permitirle completar su propio círculo, un trabajo o un lugar, a veces un sentimiento persistente o una inquietud incómoda. En cualquier caso, si no dejamos ir esa infelicidad que nos provoca, reforzaremos ese sentimiento y seguiremos encerrados en la misma espiral.
Aceptar la muerte inevitable del lastre del  pasado, es sellar un  círculo  en el que sólo nosotros podremos escoger  la despedida adecuada.
Y es, ese gesto de aceptación cuando empezamos a cerrar el capítulo.
Aceptar no significa resignarse. No significa que debamos dar por buena cualquiera de esas inquietudes y aprender a vivir cohabitando con ella. Al menos ,no, cohabitando en una oposición constante.
Aceptar significa dejar de oponerse, como paso previo a la disolución.
El rio nada puede hacer para no perder su identidad en el abrazo del mar. De la misma manera  nuestras más profundas inquietudes pierden toda su fuerza cuando dejamos de oponernos a ellas y optamos  por dejar que se fundan a través de nosotros y se transformen.
Y en ese simple y gran gesto de rendición, empieza una esperada tranquilidad, una nueva mirada hacía delante, más ligeros, livianos y alegres.
Con esa fuerza que nos da el saber que día a día seguimos escogiendo los gestos apropiados para nosotros y los de nuestro entorno.
 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Blogger Templates